Libre de mácula, renacido tras el calvario, más moreno y sonriente que nunca. Así es como el no culpable Camps sale del juzgado. Abrazado y besado por su honorable familia, Camps sube en su cochazo, se relaja en el asiento y nos envía una larga y apestosa pedorreta. Dedicada con todo su cariño a los ciudadanos que le han votado y absuelto.
¿Qué esperábamos?
Por supuesto, el sistema protege a los suyos. Pero además, los ciudadanos comprenden y premian sus “relaciones mercantiles”, pues todos hubiésemos hecho lo mismo estando en su posición. Lástima que nuestra posición sea la de lamerle los zapatos y olerle los pedos.
Esperemos que al menos alguno haya aprendido la lección y deje de decir tonterías como “los banqueros a prisión”. Los banqueros, los políticos, los jefes y la policía siempre van al cielo. Ese es el mundo que consentimos y afianzamos cada vez que confiamos en su justicia o reclamamos más regulación.
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